jueves, 16 de diciembre de 2010

¿Quién entiende a las mujeres?

Cuentan que el joven rey Arturo fue sorprendido por el monarca del reino vecino cazando furtivamente en sus bosques. Pudo haberlo matado –tal era el castigo en ese entonces–, pero se conmovió ante la juventud y simpatía del rey Arturo y le ofreció liberarlo a condición de que en un año hallara respuesta a una pregunta difícil: ¿Qué quiere realmente la mujer?

Arturo pensó que era casi imposible responder. Pero era mejor intentar que morir ahorcado. Regresó a su reino a interrogar a todos: la reina, princesas, prostitutas, monjes, sabios y bufones. Nadie le daba respuestas convincentes. Así, le aconsejaron consultar a la vieja hechicera. Solo ella sabría responder. Mas su precio era extravagante.

Llegó el último día y Arturo no tuvo más remedio que consultarla. La bruja accedió, pero pidió casarse con Gawain, el mejor amigo de Arturo y el más noble caballero de la Mesa Redonda. Arturo estaba destrozado. La bruja era jorobada y feísima, tenía un solo diente, despedía un hedor que daba náuseas y hacía ruidos obscenos (la historia no lo dice, pero deben haber sido pedos). El noble Gawain se sacrificó a cambio de la vida del rey y preservar la Mesa Redonda. Y la bruja, con su sabiduría infernal, exclamó: lo que realmente quiere la mujer es ser soberana de su propia vida…

Todos reconocieron esa gran verdad. Arturo estaría a salvo. Y así fue. Recobró su libertad y anunció los esponsales. Menuda boda fue aquella. Gawain fue cortés y respetuoso mientras la bruja hacía gala de sus peores modales: engulló comida con los dedos, emitió ruidos y olores espantosos (de aquellos), y en la noche de bodas, cuando Gawain, resignado, esperaba en el lecho nupcial, apareció convertida en una doncella hermosa.

Quedó estupefacto. Ella le aclaró que, por haber sido cortés, la mitad del tiempo le mostraría su aspecto horrible y, la otra, su belleza. Y, acto seguido, le preguntó cuál prefería para el día o la noche. Gawain –como muchos de nosotros– no supo responder. ¿Querría durante el día a una joven adorable para exhibirla ante los amigos pero dormir con una bruja espantosa? Entonces, replicó que la dejaría elegir por sí misma. ¡Genial! Al oírlo, ella le dijo que sería hermosa de día y de noche por haberla respetado y permitido ser dueña de su vida.

Moraleja: no importa si la mujer es bonita o no; en el fondo, siempre será una bruja inteligente...

Lógica y Legalidad

En la universidad, un estudiante acaba de ser suspendido de su examen de fin de año de "Lógica y Legalidad". Va a ver al profesor y le dice:

- Profesor, ¿usted entiende y comprende el tema del examen?

- ¡Naturalmente!, le contesta el profesor.

- Bueno, entonces le propongo un trato. Le hago mi pregunta; si me da una buena respuesta, no solo acepto el suspenso sino que puede ponerme un cero. Eso sí, si no lo consigue, me pone un sobresaliente.

Picado en su orgullo el profesor acepta el desafío. El estudiante le pregunta lo siguiente:

- Descríbame un contexto que sea legal pero no lógico, otro que sea lógico pero no legal, y ¡además uno que no sea ni lógico ni legal!

Después de una larga reflexión, el profesor reconoce que no sabe responder y le cambia la nota del alumno poniéndole el sobresaliente.

Herido en su amor propio, el profesor va a ver a un colega suyo y le expone el problema. Este, que lo conoce bien le responde:

- Mirá, el caso es que vos tenés 65 años y que estás casado con una muchacha de 30 lo que es legal pero no lógico. Por otro lado, tu esposa tiene un amante de 23 años lo que es lógico pero no es legal. Para terminar, y a pesar de que ya estaba suspendido, le acabás de dar un sobresaliente al amante de tu mujer, ¡lo que no es ni lógico ni legal!

La ignorancia es la única habilidad que no necesita perfeccionamiento

Llega Manolo corriendo a la tienda de deportes; desnudo, pero calzado con tennis. Ante la sorpresa de los clientes y vendedores, el encargado le pregunta:

- "¿Qué necesita, señor?".

- "Quiero una camiseta como la de Beckham, con el número 23, como para mí",
responde Manolo.

El encargado toma una camiseta de la talla de Manolo y la extiende en el mostrador.

- "Pues, ¿cuánto vale, hombre?, pregunta Manolo.

- "Son 60 euros", responde el dependiente.

- "¡La llevo!... Aquí tiene sus 30 euros", dice Manolo, entusiasmado.

- "Mi amigo...", aclara el dependiente, "...me ha oído mal, le dije 60 euros."

- "Lo he oído perfectamente; aquí tiene sus 30 euros y déme la camiseta", insiste Manolo.

- "¡Joder!..", exclama el dependiente, "...si le digo 60, es porque vale 60 y no 30..."

Manolo, ya enojado, responde:

- "Entonces, ¿por qué tenéis ese cartel en la vidriera?"

- "¿A cuál de ellos se refiere?", pregunta el dependiente.

- "A aquél que dice: EN PELOTAS Y TENNIS, 50% DE DESCUENTO"