En el convento había como interna una monjita muy ordinaria, terrible de ordinaria... Siempre que estaba conversando con sus compañeras de cualquier cosa decía malas palabras o groserías.
Las demás estaban cansadas de ella y, en una conversación que tuvieron sin ella, llegaron a la conclusión de que, cuando ella empezara con sus garabatos, todas se pararían de la mesa y la dejarían sola.
En una ocasión estaban conversando sobre la guerra y sus consecuencias y una dijo: 'Si yo pudiera, mandaría un camión lleno de alimentos para toda la pobre gente.' Otra dijo: 'Si yo pudiera, mandaría un camión lleno de medicinas para los enfermos y heridos.' Y dice la monjita ordinaria: 'Si yo pudiera mandaría un camión lleno de putas para los soldados.'
Al unísono se paran las otras monjas tal como acordaron y se dirigieron a la puerta, ... y la monjita ordinaria les grita:
¡¡¡ Espérense guevonas, ... todavía ni contrato el camión... !!!